La necesidad de plantear límites en la participación del paciente dentro de ciertas actividades puede deberse a que tras la lesión se produce una disminución importante de la tolerancia de los tejidos a la carga. Esta tolerancia podríamos entenderla como la capacidad que tiene un determinado sistema (ej. un hueso) de adaptarse ante las demandas mecánicas (ej. una actividad deportiva).
Así pues, si se produce una fractura en el extremo distal del maleolo peroneo, el tejido óseo que conforma dicho sistema verá disminuida su capacidad de responder ante la demanda mecánica que supone caminar. Esta situación de limitación funcional, puede darse de forma paralela con estrategias de protección como el dolor, la inflamación, la disminución de la fuerza, etc. Por ello, es tan importante saber cómo inmovilizar tras una lesión.
Antes de entrar a valorar qué tipo de inmovilizaciones son las «mejores», es importante determinar el grado de participación que la persona es capaz de tolerar en esta situación. Puesto que si se opta por abolir todo movimiento o actividad, es decir, eliminar cualquier estímulo mecánico, se producirá un perjuicio en los procesos de curación del tejido óseo. Así como alteraciones negativas en otros sistemas (ej. pérdida de masa muscular) que no se hayan visto afectados directamente.